Basada en hechos reales, el filme nos narra la historia de James Donovan (interpretado por Tom Hanks), un abogado de Brooklyn (Nueva York) que se ve inesperadamente involucrado en la Guerra Fría entre su país y la Unión Soviética cuando la CIA le encarga la labor de negociar el intercambio de un piloto estadounidense (Austin Stowell) capturado por la URSS, y un espía soviético (Mark Rylance) apresado hace poco por los Estados Unidos. Donovan pondrá su vida y la de su familia en riesgo, y viajará al Berlín oriental para realizar el intercambio y evitar que el asunto llegue a manos de los Gobiernos.
Lo primero que merece la pena comentar son las magníficas interpretaciones de los actores, en especial la de Tom Hanks (su personaje en la película le queda como anillo al dedo: hombre serio, recto, que luchó por lo que creía) y Mark Rylance (totalmente sumergido en su papel y que todavía aporta carisma, humanidad y credibilidad a sus 68 años de edad).
Respecto a características técnicas, podemos apreciar la utilización de grandes angulares en la mayoría de las secuencias, lo que permite al espectador tener una vista más amplia del lugar donde se está realizando la acción.
Por otra parte, Spielberg, junto al equipo de diseño de producción, recrea acontecimientos tan fabulosos como el muro de Berlín. Es más. El director hace ver al espectador qué ocurría si alguien intentaba pasar al otro lado del muro.
Tampoco podemos olvidarnos de la banda sonora, compuesta por John Williams (que también participó en Salvar al soldado Ryan) y Thomas Newman, que es clave en momentos decisivos del filme; así como el guión escrito por los brillantes Hermanos Coen, que mezcla dureza y suspense con toques de ingenio y humor serio que hacen que ciertas escenas nos saquen alguna sonrisa.
Sin embargo, solo destacaría dos puntos negativos que he apreciado en el filme. Uno es el excesivo tiempo fílmico de la película (dura más de dos horas) y el otro es el final de la secuencia del puente donde se realiza el intercambio. Porque, a mi parecer, el filme debería haber finalizado ahí, con la silueta de nuestro protagonista de pie viendo cómo se llevan a Rudolf Abel. Pero no. Lo habitual en estos filmes es contar también el viaje de regreso, la llegada del héroe al hogar, el reencuentro con su familia, etc. Una “Americanada” (podríamos llamarla así), que no hacía falta narrar y que es totalmente innecesaria.
Pero, al margen de estos dos pequeños detalles, la película podría catalogarse como una de las mejores de Spielberg hasta la fecha.
Si le gusta la Historia, el Derecho y los espías, esta es su película.
