El nombre de George Méliès es el primero que se puede escribir con mayúsculas en la lista de los grandes creadores del cine. Será el primero en intuir las enormes posibilidades del invento del cinematógrafo y el primero en llevar alguna de ellas a la pantalla.
Hemos de situarnos en la época y en la visión de un hombre que asiste entre los demás espectadores a las primeras sesiones del Grand Café de París, organizadas por los Lumière. Ofreció al padre de los hermanos inventores una cantidad importante por la compra de la patente del invento. La respuesta del patriarca de la familia Lumière ha pasado a la historia, entre sus ironías: "Nuestra invención no está en venta. Puede ser explotada algún tiempo como una curiosidad científica, pero no tiene ningún porvenir comercial. Para usted sería una ruina".
Méliès había nacido en París en 1861. Era hijo de un fabricante de calzado y el más pequeño de tres hermanos, todos en principio a hacerse cargo de la profesión y de la fábrica de su padre. Sin embargo, sus inquietudes juveniles y su atracción por el arte lo llevaron enseguida a aprender magia escénica y prestidigitación (conjunto de trucos y habilidades con los que se hacen juegos de manos y cosas sorprendentes y extraordinarias como hacer aparecer y desaparecer objetos y personas, descubrir cosas ocultas, etc.).
El siguiente paso fue la compra de un pequeño teatro con el dinero conseguido por la venta de su parte en la fábrica, a sus hermanos. Se trataba del teatro Robert Houdini, que había pertenecido al mundialmente célebre prestidigitador y que compró a su viuda. Allí, como propietario y director escénico, Méliès dará rienda suelta a su imaginación, consiguiendo inmediatamente prestigio con sus espectáculos de autómatas, trampas en el escenario, juego de espejos, mecanismos escénicos nunca vistos hasta el momento. Por tanto, no es extraño que se enamorara a primera vista del nuevo invento y que también a primera vista comprendiera las enormes posibilidades que ofrecía a su trabajo y a su imaginación aquel juguete del Grand Café de París. Es el primer cineasta en plantearse el mundo del cine como un arte.
Hemos hablado ya de la negativa de Auguste Lumière a venderle la patente de su aparato; demasiada poca cosa para hacer desistir a un soñador empedernido y tenaz. Méliès adquirirá en Londres un "bioscopio", inventado por Robert William Paul, aparato que si bien no tenía la calidad del de los hermanos Lumière, él se encargaría posteriormente de mejorar. Adquirió también unas cuantas cajas de películas de Eastman, todo ello a precios fabulosos y se puso a trabajar.
Al principio, se limitó a transformar su pequeño teatro. Añadirá al cartel que anuncia su espectáculo 'CINEMATÓGRAFO-FOTOGRAFÍAS ANIMADAS' y empezará a exhibir las pequeñas películas que rodaba en su finca de Montreuil. Al principio serán al estilo de los hermanos Lumière y de la época en general: 'Partida de naipes' y 'Jardinero quemando' son suficientemente explicativas en su mismo título.
Sin embargo, el azar cambiará su vida por completo. Hallándose cierto día en la Plaza de la Ópera de Paris rodando sus películas, la cámara en la que trabaja se estropea. El cineasta pasa alrededor de un minuto arreglándola. Al volver a rodar, el escenario ha cambiado totalmente, y cuando revele su película verá con estupor cómo el ómnibus Madeleine-Bastille se ha transformado en un coche fúnebre, y cómo los hombres que hacía apenas un instante estaban allí, se han transformado en mujeres... Es posible que la anécdota sea exagerada por el propio Méliès, pero poco importa ya. Acababa de descubrir el truco por sustitución más brillante que sus ojos han visto jamás. Tiene en sus manos la varita más perfecta que nunca ha tenido mago alguno.
El siguiente paso será la construcción en el jardín de su casa de Montreuil, del que es sin duda el primer estudio cinematográfico que recoge la historia. Un edificio de diecisiete metros de largo por seis de ancho, equipado generosamente con todo el utillaje de un teatro moderno. Después de su hallazgo casual del truco del autobús, Méliès va a empezar a crear e investigar nuevos descubrimientos con su glorioso aparato. Decide abandonar completamente la línea seguida en sus primeros films, marcada por la tónica de la época y por los hermanos Lumière. A Méliès le interesaba Julio Verne, y quería plasmar en imágenes las aventuras de sus novelas (el fondo del mar, los viajes en globo, al centro de la Tierra y las excursiones a la Luna).
En su estudio de Montreuil-Sur-Mer, con una compañía de actores reclutada entre su propia familia, sus amigos y los empleados de su teatro, dotado de su equipo ya perfeccionado y armado de su experiencia teatral, Méliès empieza a rodar sin descanso y a contracorriente. Es el primer artista que con absoluto desprecio por la moda imperante en su época, rueda lo que lleva dentro sin importarle lo que pueda suceder y sin temor al fracaso comercial. También en esto Méliès fue el primero.
Ante todo mostrará a sus contemporáneos aquello que nunca han visto. En la pantalla del Teatro Houdini empieza el desfile de títulos: 'La Cenicienta', 'El castillo embrujado', 'Sueño de navidad', 'El albergue embrujado' son los primeros y por sus títulos ya dan una idea del camino elegido por Méliès. Vendrán entonces sus primeros éxitos multitudinarios: 'Dos mil leguas bajo el mar' y 'Viaje a la Luna', ambos directamente inspirados en la novelística de Verne. Se dice que George Méliès llegó a realizar alrededor de 4.000 películas, aunque en realidad fueran de una sola bobina o que muchas de ellas constaran de varios rollos de veinte minutos. Si es cierto que en total filmó unos 500 títulos de entre 20 y 300 minutos aproximadamente, es realmente una trayectoria nada despreciable.
Vale la pena decir que Méliès será el autor de la primera película "en color", que aunque fuera a base de colorear a mano cada fotograma, representa un hito realmente importante. También es el primero en hacer bocetos de los decorados, es decir, de tener una idea general y total del escenario en el que se va a desarrollar la acción. Asimismo, puede considerarse como el primer cineasta que escribe guiones cinematográficos. En cuanto a la técnica, lo ensayará absolutamente todo, desde los fundidos, por el cambio progresivo de un decorado a otro, las sobreimpresiones fotográficas, la vuelta de manivela, los acelerados dramáticos, el papel de las maquetas en la construcción de la escena (las cuales él mismo realizaba manualmente). Capta por primera vez en el cine las imágenes desde distintos puntos de vista para dar más dramatismo a la acción, el uso de maniquíes para las escenas peligrosas, etc. Y una verdadera demostración de esfuerzo y habilidad en 'El hombre orquesta', película interpretada por él mismo. Gracias a las sobreimpresiones, se multiplica en una misma escena hasta dieciocho papeles distintos, lo que exige dieciocho impresiones diferentes sobre el mismo negativo.
En 1912, Méliès comienza a rodar 'La conquista del polo'. El film es desgraciadamente importante en la vida del cineasta, porque va a marcar el inicio espectacular de su declive. Méliès había comprado su pequeño teatro Houdini. Era el propietario, con ayuda del capital de su mujer, de la finca de Montreuil y del barracón que le servía de estudio. También era su propio productor y había creado una serie de empresas relacionadas con su trabajo; incluso su propia distribuidora. Sin embargo, nuestro gran prestidigitador no era tan bueno para los negocios. La rivalidad con Edison, unido al descalabro comercial que supuso 'La conquista del polo' le abocaron al desastre financiero. La llegada de la Gran Guerra acabó por dar al traste con su pequeño imperio. Continuó trabajando en su pequeño teatro hasta 1923, pero la situación le había superado completamente. Un absoluto olvido le envolvió.
En 1928, Leon Druhot, un prestigioso periodista, director de una revista de cine, le reconoció en el pobre anciano que vendía golosinas y pequeños juguetes en la tienducha de una estación de tren de París. Se le tributó un homenaje de la Corporación Cinematográfica Francesa y al término del banquete, se le impuso la Legión de Honor, la más alta condecoración de la nación. El matrimonio Méliès fue invitado después a instalarse en una casa de retiro para cineastas, en Urly, financiada por la Asociación de Productores, poderosa organización que Méliès había fundado y dirigido en sus grandes días de gloria, aquellos en que presidía los primeros congresos internacionales sobre cine que se celebraban en París, en los días en los que era el rey indiscutible.
Méliès moriría en el Hospital Bellman de París, de beneficencia, un día cualquiera de 1938. Moriría olvidado, arruinado y solo.
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