13 mar 2019

La irrupción del sonido en el Séptimo Arte

Desde que el cine demostró ser algo más que un entretenimiento de circo, una curiosidad a la que los mismos hermanos Lumière auguraban efímera existencia y se convirtió en una próspera y creciente industria, se fue gestando en inventores y productores la idea del sonido.

No era posible que esas encantadoras y encantadas figuras en movimiento no hablaran. Pocos lugares quedaban en el mundo en el que el rumoroso parpadeo del proyector no hubiera hecho llegar sus deliciosos desmayos y apuestas figuras de furibunda mirada. Cantantes, músicos y bailarines tascaban el freno, excluidos de un Olimpo que derramaba fama y fortuna a los Nuevos Dioses.

El actor Al Jonson
En 1877, Thomas Alva Edison ya había conseguido encapsular el sonido con su fonógrafo, registrándolo en un cilindro, remplazado diez años después por el gramófono, un invento de que sustituía el cilindro por un disco. Los ensayos se fueron sucediendo durante más de tres décadas hasta que llegó el film 'El cantor de jazz' el 6 de octubre de 1927, inaugurando la pista sonora incorporada en la película. Protagonizada por Al Jonson, el actor tuvo que caracterizarse con betún para interpretar al protagonista de la cinta. El motivo fue por el fuerte racismo hacia la raza negra en aquella época. "Aún no han oído nada" es la primera frase del film, considerada así la primera frase del cine sonoro.

La banda sonora óptica presentaba indudables ventajas. Los discos y su sincronización dejaban mucho que desear, lo que obligaba a tomar a los actores en planos lejanos para que no se percibiera la diferencia entre el parlamento y el movimiento de los labios, lo que no impedía que el operador se volviera loco con tanto trasto para conseguir tan magros resultados. El reunir la imagen y el sonido en la misma cinta permitió que todo el proceso de proyección se realizara en una sola máquina, el proyector sonoro, que eliminaba todo proceso de sincronización en la sala de proyección, el cual ya venía dado de antemano. Estos artilugios que hoy parecen tan sencillos, cambiaron totalmente el cine, en una transformación que fue de mayor entidad que incluso a la que supuso la posterior aparición del color.
Aunque muchos intelectuales, críticos y realizadores se alborotaron ante el nuevo cine, al final acabaron rindiéndose estrepitosamente. La conversión al cine sonoro fue fulminante. El cine mudo prácticamente desaparece y con él muchas de los actores que lo protagonizaban, debido a que la mayoría de ellos no poseían cualidades de voz adecuadas a la nueva era. Más de nueve mil salas, solo en Estados Unidos, adoptan la nueva tecnología, que seduce a ochenta millones de espectadores cada semana, a pesar de la depresión y la crisis de la época. La era de oro del cine ha comenzado.

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